viernes, 17 de marzo de 2017

El retorno del Rey (1980)

(Texto de Domingo H)

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País de origen: Japón, EEUU
Género: Aventura fantástica
Año: 1980
Duración: 98 minutos


ADVERTENCIA: ¡SPOILERS COMO CASTILLOS!

Hace un tiempo comenté en IDN una película de animación de El Señor de los Anillos, la obra maestra literaria de J.R.R. Tolkien, realizada en 1978 por Ralph Bakshi. Aunque la intención de Bakshi fue contar los tres tomos del libro en dos películas, cada una por tomo y medio, la segunda película jamás existió y la historia quedó inconclusa. Entonces, según afirman los menos entendidos, fue cuando “la tarea de continuar la historia” “recayó” sobre los señores Arthur Rankin, Jr. y Jules Bass, directores de numerosos telefilms (en Venezuela les decíamos unitarios) animados. Esto no es verdad; creo yo, es una mezcla entre esos datos triviales “frikis” que todos ellos aceptan como verdaderos a punta de verlos regurgitar en otros lugares (al lado de “el anime es superior y las caricaturas son malas” y “E.T. es el peor videojuego de la historia”) y el romanticismo del libro mismo. Parece algo hermoso creer que Rankin-Bass recibió una noble encomienda para poner fin a un mal terrible que había permanecido desatendido durante demasiado tiempo; una misión sagrada comparada a la misma destrucción del Anillo Único.

La realidad es que Rankin-Bass buscaba hacer una secuela de “El hobbit”, un unitario animado que estrenaron en 1977, y por la razón que fuera, quisieron o debieron basarla en el tramo final de ESdlA.
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¿De qué se trata? Al principio del libro “Las dos torres”, los hobbits Frodo y Sam, que llevaban el Anillo Único forjado por Sauron el Señor Oscuro para dominar toda la Tierra Media, se habían separado del resto de sus compañeros de viaje al final del libro “La Comunidad del Anillo”. Mientras ellos seguían viajando al país de Mordor, los dominios del Señor Oscuro, para intentar destruir el Anillo en las llamas del Monte del Destino en que fue forjado, guiados por una criatura corrompida llamada Gollum, quien deseaba el Anillo por creer que le pertenecía solo a él, los demás, incluyendo al hombre (es decir, de la raza humana) Aragorn, hijo de Arathorn, y el mago blanco Gandalf, acudían en auxilio del pueblo de Rohan, amenazado por el mago traidor Saruman, quien también deseaba el Anillo, para utilizar su poder maligno en beneficio de sus propios fines. Los esfuerzos del resto de la compañía para defender Rohan fueron victoriosos, y todos debían reunirse ahora en el poderoso reino de Gondor para defender Minas Tirith, ciudad de hombres, del ataque final de Sauron contra aquella raza en decadencia, que aún espera el retorno de su legítimo Rey; pero Frodo y Sam cayeron en una trampa de Gollum para que se los devorara una araña gigante, Ella-Laraña. Sam mató a Ella-Laraña, y Frodo, milagrosamente, sobrevivió a su veneno, pero fue capturado por los lacayos de Sauron. Ahora Sam debía decidir si concluir la misión por su propia cuenta (se había llevado el Anillo del cuerpo inerte de Frodo, por precaución) o tratar de rescatar a su compañero, a quien quería más que a nadie en el mundo.

Espero que todo aquel trasfondo se haya entendido, porque nada de él se explica en ningún momento de la película. De hecho, en ningún momento de la película se explica ni una parte del trasfondo de ESdlA, ni remotamente tan extenso como se ha expuesto. Solo se explica al detalle lo que había pasado en El hobbit; lo que ocurrió en los demás libros queda truncado, simplificado, eliminado o insinuado como inexplicable, lo que lleva a la confusión del espectador que no los haya leído y a la objeción del que sí (o a la risa mía, pero eso es porque yo no soy purista de Tolkien como el resto de la Internet). Vemos a Bilbo Bolsón, el hobbit de El hobbit, preguntar en voz alta por qué querría alguien destruir su viejo anillo mágico cuando se supone que él lo sabía (porque era maligno y Sauron lo buscaba); vemos a Sam preguntarse qué es el frasco de luz de la elfa Galadriel cuando se supone que él vio cuando ella se lo regalaba a Frodo en los bosques de Lothlórien; y así sucesivamente. Vemos a la heroica pero atormentada Éowyn, hija del rey de Rohan, luchar en Minas Tirith bajo la identidad de un hombre (es decir, del género masculino) sin que se nos explique –no como es debido- que ella se sentía estancada y condenada a pasar el resto de su vida sin haber librado un combate como los hombres nobles que la rodeaban, además de que la embargaba la tristeza por amar a Aragorn sin ser correspondida. El propio Aragorn está comprimido; como la película es “Una historia de los hobbits”, hay que aguantarse escenas y escenas de hobbits y casi nada de la guerra de los hombres. Como resultado, Aragorn casi no sale ni realiza hazañas más heroicas que decirle al Emisario de Sauron que se pierda, a pesar de que ¡él es el Rey que retorna! Hasta llega a burlarse de Gandalf diciéndole “¿Por qué tan triste, mago? ¿Acaso el poder de Mordor es demasiado grande para ti?”. No hay mejor forma de dirigirse a alguien que ha sido tu amigo por muchísimos años, cuyo consejo y sabiduría han sido tus guías en cada etapa de tu vida y durante la misión para destruir las fuerzas del mal, ¿verdad?
Quizá el aspecto más fiel al libro, por las razones equivocadas, es que las batallas no se muestran al detalle; se ven personas y orcos haciendo vagos movimientos de pelear unos con otros, o se ven manchas negras lanzándose flechas desde arriba. En el libro, la visión global de las batallas tampoco se describe con lujo de detalles; en la televisión es porque la violencia explícita estaba terminantemente prohibida.

Todo lo que no quede aplastado o desechado es narrado, ya sea por Gandalf, por los pensamientos de Sam, o por las canciones. Porque toda película “de niños” necesita canciones, y aquí se escucharán muchísimas, que, aunque basadas en letras y frases del propio libro, se tratan más como números musicales de baja factura que como trovas y cantares medievales, que es el sentido que les daba Tolkien en los libros. Todas son inusualmente pegadizas, lo cual –por supuesto- el resto de I-net exagera a niveles más altos de los que merece.

El unitario de El hobbit había sido adaptado de la misma manera que éste, pero había quedado mucho mejor, porque el material base ya estaba pensado para un público mucho más joven. ¿Qué daño hace “infantilizar” El hobbit si El hobbit ya es infantil (en el buen sentido de la palabra)? Al adaptar El retorno del Rey del mismo modo, los acontecimientos se trivializan, privados de su significación en el gran esquema de las cosas, y se deshace la intención de Tolkien, que era demostrar que el género de fantasía no era para niños solamente. Es una lástima, porque se ve que el guionista, Romeo Muller, era lector de J.R.R., y sus intenciones eran buenas.

Pero, ¿y la animación? Le fue encargada a un estudio japonés llamado Topcraft. Aunque el diseño de personajes es grotesco (Sam tiene una cara tremenda de panadero portugués o de gallego de chiste, y Gollum, que venía de El hobbit, es un sapo humanoide), los mismos se mueven muy bien y con fluidez propia del mejor anime. No es de extrañar que Topcraft, después de desaparecer, fuera vuelta a organizar con el nombre de Studio Ghibli; aquí ya estaban demostrando sus habilidades a la hora de crear la animación de los personajes, si bien les faltaba práctica a la de crear los personajes mismos (aunque Pippin podría pasar perfectamente por un personaje de Lupin III). Esto quiere decir, además, que no tenemos que asistir a los gazapos monumentales de la producción de Bakshi y sus siluetas reales en blanco y negro pintadas por encima.

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Créditos a quien corresponda

En conclusión: El hobbit es buena, y El Señor de los Anillos de Bakshi lo consigue a pesar de sus fallos, pero El retorno del Rey es mucho menos perdonable. Más recomendable por completismo que por su calidad.

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