miércoles, 19 de abril de 2017

Sonic Epoch Adventure (2004, Gameboy Advance)

(Texto de Domingo H)

ADVERTENCIA: SPOILERS LEVES (aunque no creo que a alguien con medio cerebro le interese saber cómo se desarrolla este argumento).


Plataforma: Game Boy Advance
Género: Plataformas
Año: 2004
Desarollador: Robert Showalter (hoy conocido como Captain Southbird)
Textos: Inglés

Este probablemente se trate del texto sobre videojuegos más personal que he hecho llegar a IDN.

Escribir sobre Sonic el Erizo en cualquier sitio de Internet es difícil. La reputación del personaje, entre la supuesta nula calidad de sus juegos modernos (sobre la que no puedo hablar, porque no los he jugado), la antinostalgia desatada contra sus juegos antiguos (exacerbada por el venidero Sonic Mania) y el desequilibrio mental espectacular de muchos de sus fans, no importando que sean adultos o preadolescentes (con el infame Chris-chan a la cabeza), está por los suelos doquiera que se la mencione. En torno al singular animalito existe una sensación incómoda de desfasamiento; de que su época terminó para siempre cuando los principios de la década de 1990 dieron paso a los mediados y posteriormente Sega dejó de hacer consolas, y que por tanto no tiene ningún sentido que él siga manteniéndose en pie y sacando juegos por puro tradicionalismo. Eso, para mí, que he admirado al personaje y su universo desde temprana edad, es doloroso. Quizás sea para mejor en el sentido de que me impide contarle a la gente sobre lo mucho que me gusta –lo cual me evita muchísimas situaciones embarazosas con el resto del mundo-, pero en el sentido de bienestar personal es todo lo contrario.

La mala prensa del personaje no se limita a sus videojuegos. Sus adaptaciones a otros medios han inspirado iguales críticas e iguales promotores deschavetados. Están los cómics de la editorial Archie, que todavía se publican desde 1993; están los de Fleetway, que concluyeron hace años, pero que se supone que son mejores por ser británicos (Inglaterra es ahora el país de donde salen todas las cosas buenas como antes lo fue Japón; pregúntenle a Doctor Who y las versiones británicas de las comedias); y están las diferentes series animadas, que hasta la fecha cuentan cinco. Una de ellas en particular ha inspirado algo del peor drama que la Internet haya visto nunca: “Sonic el Héroe”, de 1993, producida por DIC (jamás una buena señal). Esta serie, ideada por Ben Hurst y Len Janson en modo “el original es un asco y menos mal que llegamos nosotros para hacerlo bueno”, se trataba de una variante del argumento de los cómics de Archie. En ella, el Dr. Robotnik -traducido en nuestro continente como “Dr. Mostachón”- ya había conquistado el mundo, un planeta llamado Mobius, y convertido a la mayor parte de los animales habitantes en robots cuando Sonic era un niño. Él terminaba creciendo entre un grupo de “luchadores de la libertad” que se entrenó desde la niñez para sabotear los planes de Robotnik, acabar con él, restablecer al legítimo Rey Acorn y devolver la paz. Mientras ellos hacían eso, Robotnik se obsesionaba con encontrar su base secreta, oculta en algún lugar del Gran Bosque, y capturarlos a todos para robotizarlos. El resultado era una mezcla entre Terminator y Star Wars.
Yo sospecho que si no fuera por el personaje de la Princesa Sally, una furry escasa de ropa e interés romántico de Sonic que tenía la voz de Kath Soucie en inglés, nadie la recordaría; no es ni remotamente tan “oscura y realista” como pensaban sus fans, y la premisa tiene un agujero por donde cabría el Huevo de la Muerte de Sonic 2 (si Robotnik sabe que la base secreta de sus enemigos está en el bosque, ¿por qué no lo tala o lo bombardea hasta encontrarlos?). No es mala, pero no es una obra maestra como creí ciegamente sin haberla visto cuando la descubrí en 2004. Quizá su mérito más grande es haberle gustado a Doug Walker, el “Nostalgia Critic”. Y no porque yo considere válidas las opiniones de ese tipo, sino porque es la única cosa hecha antes del año actual que le gusta de cualquier manera. Méritos debe tener, al fin y al cabo.

A fines de los 90, con la Internet como la conocemos ahora tomando forma, el microcosmos de admiradores de Sonic ya estaba partido en diferentes galaxias enfrentadas. Dos de éstas eran la de los juegos contra la de la serie, y fue ése conflicto en particular en que se terminó metiendo Robert Showalter, nuestro desarrollador de hoy, cuando quiso hacer un juego de plataformas, se decidió por Sonic, y su hermana le preguntó “¿Va a salir Sally?”. Showalter no conocía a Sally, pero pronto había conseguido la información suficiente e incluso se había bajado unos cuantos capítulos por Internet (en la época antes de que fuera lo más común del mundo bajarse series de televisión o películas por Internet), y una vez que tuvo la información necesaria, se puso manos a la obra con su proyecto, “Sonic Epoch”, realizado en MS-DOS y conocido solo por un puñado de personas.
Pero entre más se metía Showalter en la serie, más se metía en su fandom también, y más lo influenciaban ellos para que odiase a los juegos oficiales y pusiera a la serie (apodada “SatAM” por Saturday AM, el horario en que se transmitió originalmente) en el pedestal más alto. Con cada nueva demo, el argumento se veía más y más enlodado por la percepción exagerada de lo “oscuro y serio” que era el programa, y los jugadores se toparon con un Tails que decía groserías, una Sally deprimida que contemplaba el suicidio y un Metal Sonic homicida que se deleitaba abiertamente con su propia sed de sangre; nada de esto tenía más propósito que el de espantar a los fans de los juegos con lo “adulta” que era la serie. La cosa finalmente estalló cuando los propios antisegueros se hartaron y Showalter acabó rompiendo con su novia, una webmaster de “Fans United for SatAM” que se había llegado a meter a sí misma en el argumento. Sonic Epoch había llegado a su fin sin conocer una versión completa.

Corre ahora el año 2004. Showalter no puede seguir ignorando la espinita clavada de no haber terminado su juego. Decide cumplir su sueño de programar para un sistema de Nintendo, y comienza a replantearse todo desde cero con “Sonic Epoch Advance”, justo antes de caer en la misma clase de “cosas adultas” que habían hundido a la versión preliminar. Sally quiere suicidarse de un tiro, Tails dice más groserías que un orco acabando de pegarse en el dedo chiquito del pie, Metal Sonic mata, destripa y mutila y además hay un robot vampiro que persigue a las vírgenes, dando lugar a que un personaje femenino e inventado, la gata Katrina, admita haber tenido que meterse a prostituta para salvarse y en parte para tratar de darle celos a su ex, una rata llamada Patrick Façade que está en tratos sucios con el sobrino y asistente maltratado de Robotnik, Snively. Todas estas cosas están ahí porque Showalter creyó que “la gente se las esperaba”, pero cuando las críticas de la Internet post-4chan no tardaron en hacerse oír, el desarrollo fue acelerado y todos los cabos argumentales más unidos con cinta que atados para poder terminar el juego cuanto antes y olvidarlo para siempre… y aún hoy, cuando Showalter se hace llamar “Captain Southbird” y ha recibido reconocimiento mucho más positivo gracias a su Super Mario Bros. 3Mix, el pobre no consigue olvidar Sonic Epoch para siempre. Me identifico con él, pues el fantasma de las tonterías que cometimos en Internet en nuestras juventudes continúa persiguiéndonos hasta el sol de hoy, y quizá lo siga haciendo para toda nuestra vida.

Para terminar la introducción: No se bajen este juego, pues ahora no hay forma de jugarlo correctamente cuando antes sí la había. En la pantalla del título, todos los archivos salvados están al 105%. Al borrar uno y terminar los dos primeros niveles, que nos presentan a los personajes y la situación en la que se encuentran, el 105% se obtiene automáticamente y todos los demás niveles aparecen desbloqueados por defecto. No sé por qué lo hace ni he descubierto forma de arreglarlo, y Showalter se niega a dar soporte técnico. Es posible que lo haya hecho él mismo, de alguna forma, con el objeto de disuadir a otros de jugar (y no lo culpo). La única forma de jugar a Sonic Epoch Advance en su estado original que he encontrado es en esta página: http://www.vizzed.com/play/sonic-epoch-gba-game-boy-advance-64061-game que obliga a bajar plugins aparte y establece un límite de partidas libres, no sé si por día o para siempre, y que tiene los botones invertidos (nunca falta el zonzo que cree que el orden de los botones de Nintendo es “A, B”). Si les da el ataque de masoquismo y quieren jugarlo, están advertidos.

Ahora sí, comencemos.
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Robotnik y Snively están terminando unas máquinas teletransportadoras para que sus ejércitos de “Polirobots” (poli de “policía”) aparezcan repentinamente en el bosque sin darle tiempo a los Luchadores de la Libertad para defenderse, y así acabar definitivamente con ellos. Sonic y Sally van a Robotropolis a sabotear, pero las moléculas de la “sortija mágica” (los anillos de los juegos originales) interfieren con los teletransportadores y Sonic se teletransporta en el tiempo; desaparece para reaparecer diez años después. En un futuro en el que él dejó de existir repentinamente, Robotnik acabó con casi todos sus amigos, a Snively le salió pelo, Sally se deprimió por fracasar en el cuidado de Tails como un hijo, y se están escuchando rumores feos sobre la próxima exterminación absoluta de todos los seres vivos que quedan. Tu misión es regresar al pasado para poder seguir existiendo en el tiempo e impedir que ese horrible futuro tenga lugar.
El resto del deviantartesco argumento es contado a través de unos interludios larguísimos y grandilocuentes que contienen diálogos demasiado extensos para el tamaño de letra y de recuadros de texto que utilizan, y que a menudo se salen de las caracterizaciones de los personajes (como cuando Sally logra la hazaña de decir “Es usted una criatura de mentiras, engaños y motivos ulteriores” sin despeinarse). Son básicamente pasajes de fanfic malo copiados y pegados en un motor de videojuego. ¡Hay una en YouTube que dura no menos de veinticuatro minutos! Ni Hideo Kojima lo haría mejor. Hablando como autor de fanfic que se me puede considerar, ya daba un poco de mala vibra leer esos diálogos entonces, y da mucha más ahora.

Quizás forzosamente dada la naturaleza de la serie –y, hasta cierto punto, la de su creador-, el modo de juego no se molesta demasiado en imitar el de los juegos oficiales. Sonic no corre tanto como lo empujan sobre ruedas, y aunque puede hacer el clásico “spin dash” (hacerse pelota, rodar y salir disparado hacia adelante), apenas le sirve para avanzar un par de metros. Correr tan rápidamente siempre le ha resultado problemático al erizo –aunque sirva para llenar eslóganes publicitarios-, por lo que aquí lo han despojado de su velocidad para que pueda concentrarse en sortear las plataformas y los saltos. No existen anillos para protegerte de que te mueras de un solo golpe; en vez de eso, tienes una barra de salud que se llena comiendo frutas. Éstas se obtienen de plantas y se almacenan en el menú de pausa, al igual que los escudos de fuego, agua y electricidad (mismos de Sonic 3 y Sonic & Knuckles). Si no me equivoco, solo puedes llevar tres de cada cosa al mismo tiempo. Diferentes frutas recargan diferentes cantidades de salud, y los escudos sirven para pasar sano y salvo a través de ciertos peligros y otorgarte ciertas habilidades para el salto, al igual que en los juegos antes mencionados; rebotar con el escudo para agua, doble salto con el escudo para electricidad, y -asumo- embestir hacia adelante con el escudo para fuego. Aunque hay anillos, son difíciles de encontrar y funcionan como ítem de invencibilidad (lo que eran en la serie). Solo Sonic los puede utilizar.

Digo “solo Sonic” porque también se puede jugar como la propia Sally, quien al ser “peluda, suave y probablemente mimosa” (palabras de Showalter, no mías) no puede utilizar su cuerpo para defenderse; por lo que va armada con una pistola de rayos láser que puedes dejar cargada para luego soltar un disparo más potente. Sally es además la única del dúo capaz de agacharse y gatear para poder pasar por espacios reducidos, y también la única que puede agarrarse de las orillas de las plataformas y subir. Aunque puede correr y disparar y agacharse y disparar, no puede gatear y disparar, y tampoco puede disparar en ángulos ni directamente hacia arriba. Tampoco tiene ítems específicos que solo pueda utilizar ella. Con esta dualidad en mente, se supone que tratas de decidir cuál de los dos personajes está mejor capacitado para enfrentarse a los niveles individuales; aunque a veces, por razones argumentales, no tendrás acceso a los dos a la vez.

Pero, ¿qué tal se juega? Ni un poquito bien. Los controles de respuesta lenta, como es lo habitual, forman gran parte de los problemas; Sonic y Sally se controlan muy mal en el aire, convirtiendo el salto entre plataformas en una operación innecesariamente quirúrgica, y tienden a no saltar cuando tú lo quieres (normalmente al borde de las plataformas, que es cuando más debería ser posible), con lo que muchas serán las veces que tratarás de saltar y fracasarás de la forma más triste. Sonic casi nunca está girando sobre sí mismo –su defensa particular- y con él te vas a llevar un montón de golpes innecesarios de los enemigos. Sally es propensa a agarrarse de todas las orillas que se encuentra, y a no hacerte caso cuando tratas de subir o de descolgarte. Pero además el diseño de los niveles es penoso, repleto de precipicios, cintas transportadoras que llevan directamente a calderas que matan de un solo golpe, rincones con ítems ocultos a los que no puedes acceder si el salto no te sale bien a la primera (y no te lo saldrá), enemigos que resucitan, escalones que te ves obligado a saltar uno por uno… Puede que sean muchos errores de diseño cometidos también en los juegos de Sega Genesis, pero ellos compensan con una mayor fluidez de respuesta de controles, y por lo mismo se aprende a sobrellevarlos con menos frustración que en Sonic Epoch Advance.
La partida en la que basé este texto la dejé justo antes de rescatar a Sally del vampiro robot, así que no sé si mejora. De hecho, me da un poco de miedo ver que llegué tan lejos en una tarde; en su época me costó mucho más, sobre todo el enfrentamiento final con Robotnik.

Los gráficos y el sonido son notablemente amateur. Aquéllos son sprites dibujados a mano, escenarios tomados directamente de la serie (digitalizados de archivos de video digitalizados de cintas de VHS) y algunas cosas extraídas de los juegos oficiales; aunque los escudos no son más que iconitos que dan vueltas alrededor de ti, y si bien los personajes están bien dibujados, los mismos niveles no lo están y recuerdan a mods de Doom, pero en 2D. El sonido incluye voces y efectos de sonido igualmente tomados de la serie, música de la misma en formato MIDI y algunas piezas originales que podrían haber formado parte de la banda sonora del programa. Pero nada de ello basta, al final, para esconder lo inadecuado de los controles y del argumento.


En conclusión: Cuando salió este juego, yo tuve la desgracia de interactuar con fans de Sonic tan malos como los describe la Internet actual. Tuve la desgracia de SER uno de ellos, también. Consumía juegos, fanfics y posts basura en viejos grupos de MSN, mi visión del mundo se limitó y se cerró por causa de ello, mi rendimiento escolar se derrumbó, mi interacción diaria con el mundo real se convirtió en un ejemplo de libro del lordpepo más indeseable y mi imagen pública en los foros de América del Sur y Central –o CaSA- en GameFAQs sufrió un daño irreparable. No me gusta acordarme y quisiera poder borrar esa época de mi vida para siempre; a todos nos gustaría retroceder y borrar de nuestras vidas alguna cosa mala que hicimos de la que hoy nos avergonzamos. Pero es necesario que esas metidas de pata estén ahí, no para socavar nuestra reputación actual, sino para mejorarla; para que aprendamos de ellas, mejoremos y finalmente estemos en paz con nosotros mismos, aunque algunos pretendan construir nuestra imagen actual con base en ellas. Showalter ahora es miembro de Vinesauce y cumplidor de su sueño verdadero, y yo, sin haber cambiado mucho, estoy madurando cada día más. ¿No es válido, pues, creer que si nosotros podemos, cualquiera puede, incluso los erizos azules y veloces con zapatillas rojas?

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