Plataforma: PC
Género: Carreras
Año: 1990
Desarrolladora(s): Distinctive Software
Textos: Inglés
Yo la verdad siempre acabo rehuyendole a los juegos de carreras, no porque el género me disguste, sino mas bien debido a que nunca he sido demasiado ducho con ellos, y -salvo por alguna partidilla ocasional del formidable Stunts-, no suelo renovar impresiones en esta ala de los videojuegos. Entonces pensarán ustedes que al presentarles un análisis del que es sin duda uno de los mayores exponentes de la categoría, este finalmente consiguió introducirme de lleno en la misma... pues la verdad, no... pero esto no quita que el título en cuestión sea un excelente objeto de revisión.
Test Drive III: The Passion, es uno de los mas raros ejemplos que el universo del videojuego para PC ha producido jamas; ya que se trata de un título extremadamente pulido en todos sus aspectos, pero que, sin embargo, falla catastróficamente en el mas importante de todos. Su volante debió de haber sufrido alguna clase de error de compilación al último segundo porque de otra manera no me explico como es que dejaron pasar semejante atrocidad... este funciona de una manera tan pero tan sensible, que el mínimo movimiento lo hace volar hacía la dirección apuntada. Se siente como manejar borracho, pero con el agravante de uno que sabe lo que está haciendo... y si, esto es demasiado notorio como para dejarlo pasar.
Pero claro, yo mencioné que el juego en si está totalmente pulido (lo cual es cierto), y es por ello que mientras conducimos, somos absorbidos por una gran cantidad de detalles, tales como el impacto de mosquitos contra el parabrisas, la posibilidad de lluvia, o incluso amenazantes nevadas. Además de todo aquello, el título permite conducción nocturna (con el alumbrado público haciendo su labor), y se encuentra tan rebosante de detalles que sino fuera por el nefasto control, lograría enormemente lo que se propone: hacernos sentir una experiencia de manejo real.
Algunos de los mapas presentan un diseño realmente coherente, el cual consigue asemejar auténticas locaciones que vería uno al sentarse tras el volante, y conducir sin rumbo por la polvorienta estepa del más olvidado rincón del continente. Pero no solo eso, sino que además el mundo que se vislumbra detrás del parabrisas parece efectivamente vivo, y es posible observar cosas como las maniobras de aterrizaje de un jet enfilando hacía algún cercano aeropuerto, a una gran mole de acero que el efecto de lejanía consigue transformar en un gigantesco tren de carga preparándose para surcar las vías, mientras nos baja la barrera a su paso, e incluso a un -desgraciadamente estático- equipo de reparación de caminos. Adicionalmente a todo aquello, podemos encontrar animalitos rurales merodeando por las cercanías de la granja donde habitan, y pacíficos pueblitos que desaparecen con premura de nuestra vista, al aventajarlos de cara al sol... y con ello solo he hurgado superficialmente en el contenido del programa, porque hay muchas otras sorpresas por descubrir (algunas de ellas impensables además).
Un aspecto mas bien irónico al que estamos sometidos, es que aunque el juego nos brinda la posibilidad de quemar la carretera a los mandos de algunos de los mejores vehículos deportivos en ese entonces disponibles, la policía tiende a discrepar fuertemente con esto, y hará lo que sea por sacarnos del camino (incluso provocarnos deliberadamente accidentes). Otras veces debemos de lidiar con los conductores manejados por la computadora, cuyas actitudes varían desde aparcar el coche de manera ilegitima en medio del camino, hasta tener serios problemas para distinguir el acelerador del freno... aún así, estos «chóferes NPCs» manejan sus propios vehículos -no elegibles por el jugador-, y ayudan a sumarle a la atmósfera mucha sapidez.
Los coches que podemos manejar se comportan hasta cierto punto de manera real... es nuestra decisión el encender o apagar los faros y el limpiaparabrisas, lo mismo que cambiar la música de la radio (bonitas tonalidades en formato midi), o silenciar la misma... pero en otras ocasiones es el propio juego quien decide romper el flujo natural de las cosas, al hacer saltar permanentemente un irritante cartel que indica que debemos presionar F6 para volver al camino (hasta que efectivamente -y por cansancio- terminemos haciéndolo) apenas una de nuestras cubiertas se deslice fuera del pavimento.
Seguramente alguno estará pesando a estas alturas que el objetivo del juego no puede simplemente ser el arrojarnos a la pista, y ver como nos las apañamos con los erráticos controles... y no, no lo es... pero tampoco se aleja demasiado de la realidad (en simplicidad, al menos). El punto de Test Drive III es llevar el coche a la meta de cada nivel en una sola pieza. Lograr esto es ya de por si bastante dificultoso, pero además el programa nos brinda una limitada cantidad de intentos para conseguirlo (cinco vidas nos son concedidas al principio de cada partida). Pero son tantas las cosas que pueden salir mal al conducir por los sugerentes caminos de «The Passion», que resulta hasta divertido... no solo hay vacas que nos salen al cruce de un momento a otro, y tampoco se trata ya de los imbéciles policías, o el dudosamente cualificado tráfico, sino que -literalmente- podemos comernos una montaña, o convertir el coche en submarino tras alguna desafortunada maniobra. Ver como una trabajada carrera se te escurre de las manos en la última vida tras haber estado realizando una cafeinómana vigilia gatuna del camino es tan deliciosamente desmoralizante, que te obliga a reírte a carcajadas de tu desgracia... Abandonware en estado puro.
De todas formas no somos los únicos que pueden sufrir aquello, ya que entre las distintas modalidades de juego que podemos afrontar, se encuentra un divertido modo de competición, en el cual oponentes manejados por la computadora se lanzan a la par nuestra a los ariscos caminos septentrionales. Pero en un gesto de buen gusto por parte de los programadores, estos también son capaces de hundirse y estrellarse... y si, presenciar esto es extrañamente satisfactorio. Pero si ver sufrir a poligonales personitas virtuales no es lo tuyo, siempre podés optar por correr contra el inmutable reloj, o tomar turnos con algún amigo en el teclado.
Para comenzar a concluir esto, voy a hacer el habitual resumen técnico: los gráficos que esboza el juego son en estándar VGA, lo que significa que puede mostrar una paleta de 256 colores de manera simultanea... y los plasma en la forma de gráficos vectoriales. No podría estar mas de acuerdo con aquella decisión de diseño, ya que estos no envejecen con facilidad (y de hecho no recuerdo ninguno que luzca desfasado)... aún así, el título programado por Distinctive Software no es totalmente tridimensional, ya que sus elementos decorativos basados en semillas (plantas, árboles, y arbustos) fueron emplazados en forma de [I]sprites[/] planos. Y muy a pesar de que el juego se vea y sienta agradable a la vista, su escasa definición (320x200) le ha pasado factura, haciendo que al jugarse hoy en día a pantalla completa, este muestre un desagradable efecto de estirón, que acaba «rompiendo» los polígonos de muchos objetos. Aún así, me reafirmo en lo dicho, son buenos gráficos, solo eso... podrían haberse trabajado un poco mas (aunque de eso ya no estoy tan seguro, al no contar con las herramientas usadas por los chicos de DS).
La música que suena al inicio es genial, y la simulada que se emana del «estéreo» del coche sigue resultando armoniosa, pero lo efectos de sonido no distan mucho de lo que solía estilarse en ese entonces, por lo que en el mejor de los casos resultan simplemente anodinos... como si uno esperase que arrancasen de un momento a otro, y sin embargo nunca lo hiciesen.
Como detalle mas bien misceláneo -y a manera de concluir la presente reseña-, voy a señalar que este titulo ocupa el mismo sistema anti-piratería que el mencionado programa de Brøderbund: si ingresas el código de manera errónea, el juego sólo te dejará degustarlo por dos minutos antes de «romper» el coche.
En conclusión: Este es un juego que sin duda merece ser probado, pero lo mas probable es que te rindas en menos de quince minutos, y lo almacenes permanentemente en tu archivo mental de «cosas con las que trampear a algún amigo»... de hecho, ahora que lo pienso, es excelente para hacer bromas, pero el momento de masoquismo que provoca es absolutamente meritorio, ya que este está envuelto por simple, pura, y genuina diversión. Recomendado.
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